Desde el uno de noviembre, las organizaciones que continúan en ERTE deben ofrecer acciones formativas para beneficiarse de las mayores rebajas en las cotizaciones a la Seguridad Social.
El 24 de abril de 2020, en pleno confinamiento, el número de trabajadores afectados por un ERTE alcanzó su punto máximo: 3.617.205. Año y medio después, apenas superan los 190.000, y aunque las empresas afectadas continúan beneficiándose de exenciones en las cuotas de la Seguridad Social, estas dependen, desde el uno de noviembre, de la implantación de planes formativos para sus trabajadores, la mayoría de los cuales se concentra en actividades relacionadas con el ocio, la restauración y el comercio minorista en zonas de mayor actividad turística. Así, las organizaciones que ofrezcan formación a sus empleados podrán disfrutar de una bonificación del 80 % que, de otra manera, se quedaría en un 40 o un 50 % (dependiendo de si tienen más o menos de 10 trabajadores).
“Las prórrogas de los ERTE han incentivado a las compañías a formar a sus trabajadores para mejorar su empleabilidad (…) y mantener el contacto con sus empleados en situación de suspensión de empleo”, afirma Roel Koppens, director general de Goodhabitz para España y Portugal. Los beneficios de esta formación son bidireccionales: por un lado, la empresa logra empleados mejor preparados tanto en su propia especialidad como en otro tipo de competencias transversales, como las llamadas soft skills o habilidades blandas (capacidades de liderazgo y comunicación, resiliencia, proactividad, creatividad, trabajo en equipo o gestión del estrés, entre otras). “El resultado son empleados menos lineales, que pueden comprender y abarcar más allá de su función y que están preparados para evolucionar con la empresa si esta lo hace, al tiempo que se generan ambientes de trabajo más favorables”, argumenta por su parte Rodrigo Rodríguez, CEO de Odilo.
Los factores relacionados con el bienestar emocional son cada vez más importantes: tres de cada cuatro empresas españolas creen que las cuestiones relacionadas con la salud psicológica deberían tener mayor presencia en los convenios colectivos, algo especialmente relevante si se tiene en cuenta que el 60 % de las compañías reconoce que sus trabajos tienen un alto componente emocional (es decir, son ocupaciones que suponen un alto grado de relación con otras personas), según el reciente Observatorio Adecco sobre bienestar emocional y factores psicosociales.
Por otro lado, los empleados acceden a oportunidades de crecimiento profesional y personal, lo que aumenta su motivación y compromiso con la compañía: “Hemos visto un incremento significativo en la demanda de estas habilidades, sobre todo tras la crisis de la Covid-19. Se ha puesto de relieve la importancia de una formación bien balanceada que cuide los aspectos estratégicos de una empresa (formación en capacidades digitales, por ejemplo) y los de su fuerza laboral (con formaciones orientadas a la gestión de equipos y al bienestar de la plantilla)”, añade Koppens. Según datos proporcionados por el Ministerio de Trabajo y Economía Social, han participado en acciones formativas alrededor de un millón de trabajadores, principalmente de empresas de entre 10 y 49 empleados; y el coste de esta formación (financiada a cargo de una aportación extraordinaria del SEPE) podría elevarse hasta los 50 millones de euros. Por sectores, el comercio y la hostelería son los que más participantes han aportado.
En este contexto de pandemia, teletrabajo y digitalización acelerada en el que muchas empresas españolas han dejado de bonificar gran parte de su formación, por no ser presencial, se ha favorecido el crecimiento de entornos de aprendizaje virtuales y personalizados, con plataformas de contenidos bajo demanda como los de Goodhabitz u Odilo, que han visto cómo el uso de sus servicios crecía entre un 300 y un 400 % comparado con antes de la pandemia. “Las organizaciones buscan que, más allá de los contenidos de todo tipo (que valoran mucho), estén disponibles experiencias interactivas que los empleados puedan llevar a cabo para adquirir ciertos conocimientos, y que muchas veces son colaborativas, implicando diferentes departamentos y generando unas sinergias internas verdaderamente ricas en calidad y resultados”, esgrime Rodríguez.
Plataformas virtuales de aprendizaje
“Las horas de aprendizaje han aumentado significativamente, tanto en las empresas que han atravesado un ERTE como en las que no”, explica Rodríguez. La formación continua es, más que nunca, fundamental en el desarrollo y la supervivencia de un negocio, sobre todo en un entorno tan cambiante como el actual, que exige una resiliencia y capacidad de adaptación constantes en el que encaja como un guante la flexibilidad de la formación online: “Es el empleado el que elige cuándo, dónde y sobre qué formarse, y conciliar su vida laboral con la familiar; algo que repercute de manera directa en los grados de satisfacción y productividad de los empleados”, cuenta Koppens. Se valora, además, la flexibilidad en los formatos, de manera que puedan acceder al contenido a través de ebooks, audiolibros, podcasts o vídeos, por ejemplo.
Ahora bien, ¿a qué tipo de formación tienen acceso los trabajadores? Aunque la normativa que regula la extensión de los ERTE no obliga a que la formación que reciben esté forzosamente relacionada con la actividad de la empresa o del trabajador, sí establece que se priorizará aquella que atienda a las necesidades de la empresa y de los trabajadores, como por ejemplo a sus capacidades digitales y su empleabilidad. Según datos proporcionados por Goodhabitz, los cursos más demandados por los alumnos de su plataforma están relacionados con el bienestar personal (gestión del estrés y motivación); la productividad (gestión del tiempo, fijación de objetivos, cómo gestionar la disciplina o cómo priorizar), cómo negociar con éxito; cómo trabajar en equipo y cómo mejorar la comunicación (verbal y no verbal).
Para Rodríguez, se ha producido un cambio sustancial en los departamentos de recursos humanos y dirección, “donde buscan no solo formar a los empleados en capacidades directamente relacionadas con su trabajo, si no también cambiar sus políticas internas, buscando un acercamiento al empleado a través de posicionamientos en temas medioambientales, políticas de igualdad o desarrollo personal”. Los usuarios, por su parte, escogen del catálogo lo que más les motiva y les ayuda a desarrollarse en función del momento y de sus intereses.