La ley de Educación (LOMLOE), aprobada a finales del año pasado y que comenzará a implantarse en el curso 2022-2023, fija el marco para el desarrollo de un nuevo modelo de currículo acorde con la adquisición de competencias, que sea abierto, flexible, con una estructura manejable y mejor integrada, al servicio de una educación inclusiva y que valore la diversidad.
Si la anterior ley (LOMCE) estaba estructurada en torno al aprendizaje de unos determinados contenidos (definidos en bloques temáticos), el esqueleto y núcleo de la LOMLOE lo conforman, tanto en educación Primaria como en Secundaria, las llamadas competencias clave. Estas competencias clave recogen una serie de conocimientos, actitudes y habilidades transversales a todas las asignaturas y transmitidas en un contexto aplicado, de modo que ofrezcan a los estudiantes herramientas útiles tanto dentro de la escuela como en su día a día de futuros ciudadanos.
En la nueva ley educativa, las competencias clave han sido definidas a partir de la recomendación del Consejo de la Unión Europea relativa a las competencias clave para el aprendizaje permanente, teniendo en cuenta además los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. Según la citada recomendación, la enseñanza de las competencias claves es fundamental para que los individuos consigan un pleno desarrollo individual, social y profesional en un mundo marcado por la globalización, la tecnificación y el cambio constante. Asimismo, el texto también incide especialmente en la consciencia de la diversidad, tanto lingüística como cultural, que aportan los alumnos, que permite la posibilidad de relacionar diferentes lenguas y culturas.
Parámetros transversales
Dado que el aprendizaje basado en competencias se caracteriza por su transversalidad, su dinamismo y su carácter integral, el proceso de enseñanza-aprendizaje competencial debe abordarse desde todas las áreas de conocimiento y por parte de las diversas instancias que conforman la comunidad educativa, tanto en los ámbitos formales como en los no formales e informales. Su dinamismo se refleja en que las competencias no se adquieren en un determinado momento y permanecen inalterables, sino que implican un proceso de desarrollo mediante el cual los individuos van adquiriendo mayores niveles de desempeño en el uso de las mismas.
La integración del saber, saber hacer y saber ser, será utilizada y aplicada por el alumnado en una acción concreta, que pueda ser transferida a una diversidad de contextos tanto en el educativo formal, a través del currículo, como en los no formales e informales, con el fin de resolver de forma eficaz y creativa cuestiones, tareas y problemas de la vida real. Promueve, además, el abordaje interdisciplinar de los aprendizajes en varias materias, favoreciendo la codocencia y el trabajo colaborativo, tanto por parte del alumnado como por parte de los docentes.
Se plantean ocho competencias claves, que deben sostener el peso de la educación en las diferentes áreas (en primaria) y materias (en secundaria): Comunicación Lingüística (CCL); Plurilingüe; Matemática y en Ciencia y Tecnología (STEM); Digital; Personal, social y de aprender a aprender; Ciudadana; Emprendedora; y en conciencia y expresión culturales:
El planteamiento competencial de la LOMLOE apunta a un crecimiento personal que traspase las paredes de la escuela, y que ofrezca al estudiante herramientas que puedan serle de utilidad y provecho en su vida cotidiana, incluso una vez superada la etapa de escolarización. De esta manera, pretende facilitar la adquisición de nuevos conocimientos y su organización, así como el descubrimiento nuevas formas de acción que contribuyan al pleno desarrollo de los estudiantes como personas y como ciudadanos.
El objetivo: avanzar hacia una educación inclusiva que valore las actidudes y habilidades del alumnado.