El nuevo sistema no solo forma en las competencias del siglo XXI, sino que afianza el desarrollo de talentos. En los últimos cuatro años, el número de jóvenes que ha optado por la FP ha aumentado un 20%
Nos encontramos ante un momento crucial para consolidar el nuevo sistema de formación profesional como uno de los factores más determinantes para el progreso de la realidad económica y productiva del país del siglo XXI y para el bienestar de la ciudadanía, con empleos estables y cualificados. Un modelo al servicio de las personas en cualquier momento de su itinerario profesional. La digitalización y el desarrollo de las tecnologías, junto a la sostenibilidad medioambiental y la electrificación, ha transformado el mundo en el que vivimos, convirtiéndolo en un escenario en permanente actualización. Este avance hacia nuevas formas de hacer y de pensar nos conduce irremediablemente a cuestionar los modelos actuales y a redirigir la mirada a un futuro inmediato que requiere de formaciones más modernas, cortas y adaptadas a los cambios socioeconómicos. Hemos de ser capaces de adelantarnos a lo que está por llegar.
En este panorama interconectado y dinámico, la formación profesional se convierte en herramienta irreemplazable de equidad que da respuesta a las necesidades de jóvenes, trabajadores y sectores productivos. El nuevo sistema, no solo forma en las competencias profesionales del siglo XXI, sino que también afianza el desarrollo de todos los talentos tan necesarios para dar respuesta a los retos que tenemos por delante como país.
La España digital, moderna, ecológica, del emprendimiento y la innovación se articula en torno a una formación profesional enérgica, dibujada a la medida de los nuevos escenarios, y dirigida a todos los ciudadanos en cualquier momento de la vida.
La formación profesional se convierte en un motor de crecimiento y de mejora de la productividad, pero también como un valor esencial en la construcción de la personalidad, de las competencias para el desarrollo humano, la investigación aplicada, la experimentación, el trabajo en equipo y el pensamiento crítico.
Un sistema moderno ha de atender a aquellos que han aprendido directamente desempeñando su puesto de trabajo. Es el caso de casi la mitad de la población activa española, que ha adquirido sus competencias profesionales a base de ejercer su profesión, pero no puede acreditarlas. Una anomalía de nuestro sistema que fragiliza a estas personas y al «mapa de talento» de sus empresas. El sistema de formación profesional, al fin, acredita las competencias profesionales acumuladas a lo largo de la experiencia laboral, de modo que cada persona pueda disponer de un Informe Formativo-Profesional que reconozca sus competencias profesionales, cualquiera que sea su forma de adquisición.
Nuestro país está inmerso en la mayor estrategia para la modernización de la formación profesional conocida hasta el momento; conectada con la Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la Formación Profesional, aprobada hace ahora un año. El nuevo sistema sitúa a la persona en el centro, la colaboración público-privada y la corresponsabilidad de las empresas en una formación profesional de la máxima calidad. Además, ofrece la facilidad para acceder y componer, de manera modular, la formación que cada cual necesita, desde las «microformaciones» a los títulos y másteres profesionales, siempre en constante actualización.
La imprescindible relación con la empresa durante la formación, se concreta en la corresponsabilidad y la colaboración del centro con esta, como pilar para una formación de excelencia. Toda la formación tiene carácter dual: ningún estudiante obtendrá una titulación de formación profesional sin pasar por la empresa, en dos intensidades, general e intensiva.
En los últimos cuatro años, en paralelo a esta transformación, el número de jóvenes que optaban por la formación profesional ha crecido en un 20%. En 2022 se ha superado, por primera vez, el millón cien mil estudiantes en Formación Profesional.
El avance es innegable y la demanda de jóvenes que eligen esta vía formativa sigue en aumento. El Gobierno ha destinado una importante línea de actuación, en el marco del Plan de Modernización de la Formación Profesional, a la financiación de 210.000 plazas de FP desde 2020. El curso 2023-2024 se alcanzarán las 350.000 plazas de nueva creación.
Otra de las líneas estratégicas del plan modernizador, es la renovación de la oferta formativa que recoge la actualización y la creación de nuevos títulos ligados a sectores emergentes como Big Data, inteligencia artificial, ciberseguridad, vehículos eléctricos o fabricación 3D, entre otros.
Los centros de Formación Profesional se dirigen hacia la transformación de las aulas en espacios de innovación y también de emprendimiento, convirtiéndose en auténticos tractores de talento para las empresas de su entorno. Diseñaremos una estrategia de orientación profesional a lo largo de la vida, capaz de acompañar a las personas en su trayectoria vital.
En este tiempo, estamos debatiendo con las administraciones educativas y de empleo de las comunidades autónomas, los interlocutores sociales, sectores productivos y comunidad educativa, el Real Decreto de ordenación de la Formación Profesional. Un texto que hará posible la plena implantación de la Ley de Formación Profesional a partir del curso que viene, con la Memoria económica que acompañaba a esta Ley de 5.500 millones de euros. La nueva ordenación apuesta por la máxima flexibilización del sistema para llegar a toda la población y facilitar así su empleabilidad.
En definitiva, la Formación Profesional se erige ya como una opción de éxito personal y profesional. Un camino de oportunidades que atiende los requerimientos de una sociedad versátil y alejada del estatismo, desde la equidad, el progreso y el desarrollo del conocimiento.
Clara Sanz, Secretaria General de Formación Profesional del MEFP
Fuente: La Razón.