En febrero de 2019, el Pacto de Toledo estuvo muy cerca de cerrar, por fin, unas nuevas recomendaciones sobre el futuro de las pensiones. Cuando todo parecía encaminado, Unidas Podemos rompió la baraja reclamando, entre otros puntos, recuperar la edad legal de jubilación a los 65 años. Apenas un año y medio después, el ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, anunció públicamente que su ‘plan maestro’ para garantizar la sostenibilidad del sistema es precisamente estimular el retraso voluntario de la jubilación.

La propuesta ha causado una importante división entre los dos socios de gobierno. La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, aireó el desencuentro el lunes en una entrevista en TVE: “Propiciar que alarguemos e incentivemos la edad de jubilación más allá de la edad legal entorpece la posibilidad de incorporar jóvenes”. Aparentemente, este es un razonamiento correcto: si los mayores no se jubilan, no dejan hueco a los jóvenes.

Esta hipótesis tan básica se ha analizado empíricamente en numerosas ocasiones. Y los resultados le quitan la razón a la ministra: no existe una correlación negativa entre la variación de la tasa de empleo de los mayores y la de los jóvenes. En todo caso, los análisis realizados encuentran una leve correlación positiva entre los dos indicadores: cuando aumenta la tasa de empleo de los trabajadores de más edad, también lo hace la de los jóvenes.

En Reino Unido, donde sacan varias décadas de adelanto a España en análisis de las políticas públicas, este tema se ha estudiado en detalle. En el año 2008, el Instituto de Estudios Fiscales (IFS, por sus siglas en inglés) analizó la relación existente entre la jubilación temprana y el empleo juvenil en este 'paper'. Los investigadores analizaron la evolución del empleo desde finales de los setenta hasta mediados de la década de los dos mil, con especial interés en el esquema de jubilaciones anticipadas, que se introdujo en el país en 1977. Sus resultados son concluyentes: “Analizando el impacto de este esquema, encontramos evidencias de que redujo el empleo en los mayores, pero no se encuentran efectos positivos en el empleo juvenil”.

Los investigadores añaden que “cuando se mira al periodo completo 1968-2005, la participación de la fuerza laboral de los mayores está asociada positivamente con el empleo juvenil”. En otras palabras, la evidencia muestra que el retraso en la jubilación no es un lastre para la incorporación de los jóvenes al mercado laboral, al contrario, supondría un leve incentivo.

Otro importante 'paper' sobre el efecto de la jubilación es este publicado en IZA World of Labour. En este caso, los investigadores analizaron las tasas de empleo por franjas de edad de las 22 principales economías entre los años 2000 y 2018. Los resultados son igualmente concluyentes: “La evidencia empírica reciente subraya una correlación positiva entre el empleo de los jóvenes y el de los mayores, refutando la opinión de que más puestos de trabajo para los mayores reducen la posibilidad de los jóvenes de encontrar un empleo”.

Dos mercados diferentes

El motivo por el cual las dos variables no se influyen es precisamente que no son intercambiables. Las características que tiene la mano de obra más joven son muy diferentes de las que tienen los mayores, en términos de formación, experiencia, productividad, etc. Esto hace que la salida o permanencia de un trabajador de más edad no influya en la contratación de un joven.

Un estudio publicado en ‘The Economic Journal’ revela cómo las probabilidades de que las dos generaciones sean sustituibles se reducen a medida que los cambios tecnológicos avanzan más rápido. En el caso de los trabajadores mayores, el incentivo a la formación en las últimas tecnologías es muy bajo, ya que están cerca de la jubilación, mientras que los jóvenes rentabilizarán su formación con mejores salarios a lo largo de toda su carrera. Esto amplía la brecha de la especialización y hace que la mano de obra cada vez sea menos intercambiable.

El nexo de unión entre los dos grupos de edad es el consumo. El aumento de las tasas de empleo entre los mayores supone un estímulo al gasto de los hogares, lo que se traduce en creación de empleo, de la que se benefician los jóvenes. “La causa más probable de la relación entre el empleo de los trabajadores jóvenes y los mayores y sus salarios es la demanda adicional creada por los trabajadores mayores empleados y, en los hogares en los que las pensiones se financian con impuestos, la reducción de la presión fiscal como consecuencia de que hay menos personas inactivas”, explica el 'paper'.

La evidencia empírica indica que las tasas de empleo de los trabajadores jóvenes y mayores se mueven en la misma dirección

Esto explica que para los jóvenes sea más positivo que las carreras laborales de los mayores se prolonguen. “La evidencia empírica de 12 países [entre los que se encuentra España] indica que las tasas de empleo de los trabajadores jóvenes y mayores se mueven en la misma dirección”, señala el estudio.

Los resultados tumban la hipótesis de la ministra Díaz, quien cae en la ‘falacia de la cantidad fija de trabajo’, estudiada en economía desde hace décadas. Esta consiste en entender la demanda de empleo como un nivel fijo. Esto es, existiría una cantidad fija ‘n’ de horas de trabajo demandadas por el mercado laboral y la única cuestión a tratar es cómo se reparten entre los distintos trabajadores. Sin embargo, la realidad es más compleja, ya que la cantidad de trabajo no es fija, sino que varía en función de muchas variables. Una de ellas es precisamente la cantidad de población inactiva. En líneas generales, si se reduce la población activa (por ejemplo, si se reduce la edad de jubilación), entonces el consumo también cae y con ella la demanda de trabajo.

De esta forma, la política más efectiva para estimular el empleo consiste precisamente en maximizar la producción con los recursos disponibles. Esta estrategia dará mejores resultados en el tiempo que reducir la edad de jubilación.