La tasa de adultos que participan en actividades de educación o formación marca un nuevo récord en 2022. Ocupados como desempleados apuestan por reciclar o actualizar sus competencias profesionales ante las crecientes incertidumbres de la economía.

Aunque hablamos de una tasa media del 16%, mucho más modesta que la de otros países, el incremento es llamativo: es el más intenso en la serie histórica, que se remonta a 2005. Y rompe con una racha descendente iniciada con el estallido de la burbuja financiera.

El estallido de la pandemia se vio acompañado de desarrollo exponencial de la oferta para formarse profesionalmente en línea, tal y como se experimentó en la educación obligatoria y universitaria. Esto supuso una invitación a muchos adultos para actualizar sus competencias para asegurar sus oportunidades en el nuevo mercado laboral. Pero no todos lo hicieron al mismo ritmo.

Si la demanda de formación es un indicador del miedo ante el futuro profesional, 2020 no fue un año de pánico. De hecho, el incremento de las actividades educativas entre los ocupados mayores de 25 años se acelera no en 2020 sino a partir de 2021, además con una intensidad sin precedentes en la serie histórica.

Lo mismo aplica para los parados, según los datos analizados por Fedea y BBVA Research en su Observatorio Trimestral del Mercado de Trabajo, que señalan un nivel récord en ambos grupos, así como en los inactivos, personas sin empleo que no lo buscan.

Este decalaje de varios trimestres entre los confinamientos y el inicio de los cursos se explica por varios factores. Uno sería el propio calendario de estos cursos, aunque seguramente influya también el impacto de los ERTEs, que en un primer momento congelaron la toma de decisiones, o que las circunstancias familiares (los niños no empezaron a volver a clase hasta otoño de 2020, y con muchas limitaciones) impedían compatibilizar estudios y vida personal.

La edad del trabajador o el desempleado también influye a la hora de apostar por seguir actualizando las competencias profesionales. Así, los adultos más jóvenes son más proclives a seguir formándose, mientras que los de mayor edad tienen menos interés. Por otro lado, aquellos con mayor nivel educativo, con independencia de la franja de edad, son más proclives a formarse.

Este dato es preocupante, porque muestra que el 'reciclaje' profesional de los desempleados de mayor edad es un desafío pendiente del sistema educativo y formativo español. Y repercute directamente en variables como el paro de larga duración.

Sin embargo, en términos de comparativa entre 2019 y 2022, el incremento fue mayor entre las personas con estudios de secundaria o superiores a partir de 35 años que entre los jóvenes. Seguramente porque estos ya se formaban con mayor intensidad antes de la pandemia.

Auge de la formación no oficial

La digitalización de la educación explica que la mayoría de las formaciones que realizan los trabajadores sean no regladas, es decir, no reconocidas como un título oficial. Aunque en un entorno volátil de avance de las competencias, esta es la vía más habitual para realizar un aprendizaje rápido de aquello que estas personas necesitan aprender con mayor urgencia.

Muchas formaciones no regladas son impartidos por instituciones de prestigio, lo que compensa a efectos de currículo que no tenga un valor 'oficial'. Otros, se centran en competencias concretas y novedosas que los itinerarios académicos institucionalizados, no han incorporado todavía.

Un caso claro en esto son las competencias de aprendizaje de nuevos lenguajes de programación, aunque también se extiende a otros campos como el marketing digital. La ventaja además es que internet permite acceder a formaciones de centros de todo el mundo sin grandes barreras idiomáticas, aunque en este caso el precio es un factor clave que determina la efectividad del curso.

Sin embargo, los datos del INE no analizan el objetivo de estos estudios: si se trata de una actualización de competencias o un reciclaje profesional. Aunque España no se caracterizó por la movilidad laboral (el 53% de los trabajadores lleva más de seis años en la misma empresa), el análisis de los objetivos es clave para el diseño de los estudios.

Aunque tanto las reformas educativas como las de las políticas de empleo buscan adaptar la formación al mercado laboral, sin entender la demanda y los objetivos reales de trabajadores y los desempleados, los intentos acabarán condenados al fracaso.

Fuente: El Economista.