Los sistemas educativos deben ser más resilientes, potenciar la formación docente y reducir las brechas educativas del alumnado para afrontar los nuevos retos de la educación, concluye un informe del organismo internacional.
La educación se ha transformado debido al COVID-19, y para afrontar el nuevo escenario educativo que deja la pandemia los países deben potenciar una educación más resiliente, centrarse en la formación y bienestar del profesorado, y abordar las desigualdades educativas generadas por la crisis, afirma la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en su reciente estudio Lessons for Education from COVID-19: A Policy Maker's Handbook for More Resilient Systems.
El organismo internacional destaca que las pérdidas de aprendizaje del alumnado debido al confinamiento, las constantes interrupciones de la educación presencial para frenar los contagios, entre otras situaciones generadas por el coronavirus, tendrán un impacto educativo y económico significativo en las personas y las sociedades en los próximos años. Para afrontar este impacto, la OCDE recomienda a los responsables de políticas educativas del mundo tener en cuenta tres lecciones clave que deja el COVID-19 en la educación, identificadas por expertos de este organismo a través de reuniones con representantes de más de 40 sistemas educativos en 2020. Estas son…
1. Desarrollar sistemas educativos resilientes que valoren más a las personas y los procesos educativos
Actualmente, los sistemas educativos del mundo experimentan un período de innovación generalizada, por lo que es el momento idóneo para construir una mayor flexibilidad y resiliencia en los principios organizativos fundamentales de la educación, apunta la OCDE. Así, el organismo aboga por que los sistemas educativos establezcan políticas y estrategias que fomenten y valoren la resiliencia de los procesos educativos y de las personas.
Para conseguir sistemas educativos resilientes, la OCDE recomienda…
Adoptar modelos pedagógicos relacionales, personalizados y flexibles. Esto significa que se deben potenciar las metodologías que fomenten la cooperación, la socialización y la interacción entre profesorado y estudiantes, ya sean de forma presencial, en línea o híbrida. La OCDE recomienda también aprovechar la enseñanza-aprendizaje en todas sus formas: formal e informal, curricular y extracurricular, basado en instituciones, basado en el hogar, basado en la comunidad o en el trabajo.
Establecer desde los centros educativos relaciones sólidas con las familias, los empleadores y la comunidad, e involucrar a estos actores en el proceso educativo del alumnado. Esto ayudará a los sistemas educativos a unir los diferentes entornos en los que los estudiantes aprenden y así se podrán fortalecer los enfoques de enseñanza-aprendizaje más personalizados.
Desarrollar la capacidad de la comunidad educativa para llevar a cabo la educación digital, tanto a nivel de formación como de infraestructura. Muchos sistemas han continuado fortaleciendo las herramientas digitales y la infraestructura disponibles para el sector educativo, y esto deberá consolidarse, según la OCDE.
Crear oportunidades para que el alumnado desarrolle habilidades necesarias para un aprendizaje más autónomo. Para ello también hay que garantizar que todos los estudiantes puedan participar y beneficiarse de la enseñanza-aprendizaje en todas sus formas.
2. Formar al profesorado en nuevas habilidades y conocimientos para afrontar contextos educativos cambiantes
Durante la crisis del COVID-19, el profesorado ha tenido que innovar para que la educación continúe, ya sea a distancia, de manera híbrida o presencial. Dado que es probable que los enfoques nuevos de enseñanza-aprendizaje que se están llevando a cabo durante la pandemia permanezcan en el futuro, los gobiernos deben priorizar la formación docente y destinar más recursos y apoyo al profesorado.
La OCDE recomienda ofrecer a los docentes oportunidades formativas que les permitan mejorar sus habilidades y conocimientos, especialmente digitales, así como fortalecer su resiliencia ante contextos cambiantes. Para lograr lo anterior, el informe propone estas recomendaciones, basadas en acciones que algunos países ya están realizando.
Potenciar que los docentes se conviertan en impulsores de su propia su formación. Los enfoques que posicionan al profesorado como impulsor de su propio aprendizaje desarrollan un sentido de liderazgo que ayuda a fortalecer su resiliencia. "Esto no significa dejar a los educadores a su suerte, sino más bien crear las condiciones en las que comprendan sus propios objetivos de desarrollo, puedan seleccionar entre una variedad de oportunidades de aprendizaje relevantes de calidad y tengan acceso a los recursos y mecanismos de apoyo necesarios para aprovecharlos al máximo", apunta la OCDE, que también resalta la importancia de evaluar la formación del profesorado y así poder tener en cuenta sus necesidades.
Proporcionar a los educadores herramientas que respondan a sus necesidades y contextos específicos. Los responsables de la formulación de políticas educativas deben implementar enfoques más personalizados de formación docente, en colaboración activa con las instituciones educativas. Para responder a las necesidades de formación del profesorado, se deben desarrollar y sistematizar instrumentos de autoevaluación, propone el organismo.
Fomentar las relaciones de colaboración entre el profesorado. La evidencia internacional indica que las oportunidades de aprendizaje profesional diseñadas en torno a la colaboración con otros profesionales pueden ser particularmente efectivas para mejorar las habilidades docentes y su resiliencia, según la OCDE.
3. Abordar las brechas de aprendizaje incrementadas por la crisis
La interrupción de la enseñanza-aprendizaje durante la pandemia del COVID-19 ha generado pérdidas de aprendizaje entre los estudiantes, especialmente los más vulnerables, y un incremento en las desigualdades preexistentes. La OCDE señala que es urgente abordar estas brechas y garantizar que el alumnado adquiera las competencias que necesita para alcanzar su máximo potencial. Esto implica desarrollar e implementar enfoques de enseñanza-aprendizaje personalizadas, oportunas y eficaces para estos alumnos y asignar más recursos para poder hacerlo.
En concreto, la OCDE recomienda abordar la brecha de aprendizaje y las desigualdades educativas incrementadas por la pandemia mediante las siguientes acciones:
Actuar de forma inmediata para reducir las brechas de aprendizaje y comprometerse a largo plazo a evitarlas. Si no se abordan ahora, estas desigualdades pueden aumentar a medida que continúa el período de crisis sanitaria y tendrán importantes implicaciones sociales y financieras para las personas y las sociedades, tanto a corto como a largo plazo.
Adoptar intervenciones de enseñanza-aprendizaje integrales, personalizadas y flexibles. Es decir, diseñar e implementar enfoques educativos que permitan adaptar la educación a las necesidades del alumnado. También hay que fortalecer el bienestar de los estudiantes, desarrollar un clima de aprendizaje más positivo dentro de las instituciones educativas y fuera de ellas.
Repensar la evaluación del alumnado e incorporar nuevas formas de valorar su desempeño. El informe destaca que es fundamental garantizar que los estudiantes, la comunidad educativa en general y el sistema puedan monitorear el progreso del aprendizaje de manera oportuna y adaptar los procesos pedagógicos en consecuencia. Antes de introducir medidas correctivas, las evaluaciones de diagnóstico son esenciales para garantizar que se satisfagan las necesidades del alumnado. A medida que el estudiante recibe apoyo, la evaluación formativa continua brinda oportunidades de retroalimentación tanto para el alumno o alumna como para el docente.